lunes, 21 de abril de 2014

Rendición incondicional

Tres años después y con veinticinco mil millones menos, acabó el cortejo andaluz a las Cajas disfrazadas como banco Ceiss. Visto de cerca, el milagro ha sido que las entidades abocadas a la inmolación lograran sobrevivir tanto tiempo y sometidas a un abandono tan prolongado. A quien las absorbe, que es Unicaja, la lentitud del proceso le ha resultado rentable: con el deterioro, disminuye su cuota de participación y aumentan los auxilios públicos, que a estas alturas ya rozan los cinco mil millones de euros, sumando inyecciones financieras y la cobertura de su nutrida morralla inmobiliaria. La piedad del calendario nubló la rendición con el clamor surgido a la muerte de Adolfo Suárez, después de un silencio de once años impuesto por su enfermedad. Tiempos tan distintos y actitudes tan contrapuestas, que debieran sacar los colores a los palanganeros del ahorro popular.

También ha sido diametralmente opuesta la gestión de Unicaja, la entidad que nos devora, y la de las nuestras, llámese Caja Duero o Caja España. Aunque es verdad que dentro de un descontrol parecido, cada cual tuvo sus sumideros de capricho. La razón por la que Unicaja, que agrupó a seis entidades andaluzas, no incurrió en las demasías que trastornaron a las de aquí, es muy sencilla: la profesionalidad de su gestión. Mientras desde Salamanca y León fagocitaban un legado de solvencia centenario, acumulado por los ahorradores de León, Zamora, Salamanca, Valladolid, Palencia y Soria, Unicaja supo mantener su crédito lejos de los espejismos para engañabobos. Su presidente, Braulio Medel, ha demostrado capacidad y entereza, primero para alejar a su entidad de la ciénaga inmobiliaria y luego para templar la espera y acceder a la absorción sólo cuando todas las gateras estuvieron ya a resguardo y bien cubiertas. En ese sentido, su proceder ha sido impecable y supone un aval para aquellos de nuestros ahorradores que han mantenido el tipo sin decir adiós en la travesía del desconcierto. Resultaría curioso conocer cuántos de los consejeros partícipes en el proceso de ruina mantienen el vínculo con la entidad, una vez que se cerró la taquilla de las percepciones. Porque unos y otros no tienen ni parecido pelaje.

En este período de descuido e incuria, que se ha prolongado tres largos y desesperantes años, Caja España y Duero utilizaron el disfraz bancario de Ceiss para camuflarse en la zona más cara de Madrid, lejos de la ira de sus víctimas preferentes y sin preocuparse ni un poco de cómo sobrevivía su negocio en el territorio de origen. Si al cabo de más de tres años de abandono, todavía queda algo, eso se debe a la fidelidad de una clientela maltratada y a la calidad de sus empleados, que han sabido mantener el tipo sin apoyos. Y sin embargo, los mordiscos más sangrientos del periodo han ido dirigidos a clientes y empleados. Cerrando sucursales y despidiendo gente, mientras se mantiene abierto el lujoso casulario de la sede de Madrid, entre Serrano y la Castellana. Pero la poda no queda ahí. Habrá más clausuras de oficinas rurales y seguirán los despidos, que ya suman más de dos mil. Permanece sangrante el desgarro provocado por el engaño de las preferentes. Sus artífices deberían tener la cautela de ir mirando la deriva judicial del asunto en la entidad colindante de Madrid. Y prepararse para cuando les llegue el turno.

FUENTE: www.diariodeleon.es

 

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