Rendición incondicional
Tres años después y con veinticinco mil
millones menos, acabó el cortejo andaluz a las Cajas disfrazadas como
banco Ceiss. Visto de cerca, el milagro ha sido que las entidades
abocadas a la inmolación lograran sobrevivir tanto tiempo y sometidas a
un abandono tan prolongado. A quien las absorbe, que es Unicaja, la
lentitud del proceso le ha resultado rentable: con el deterioro,
disminuye su cuota de participación y aumentan los auxilios públicos,
que a estas alturas ya rozan los cinco mil millones de euros, sumando
inyecciones financieras y la cobertura de su nutrida morralla
inmobiliaria. La piedad del calendario nubló la rendición con el clamor
surgido a la muerte de Adolfo Suárez, después de un silencio de once
años impuesto por su enfermedad. Tiempos tan distintos y actitudes tan
contrapuestas, que debieran sacar los colores a los palanganeros del
ahorro popular.
También ha sido diametralmente opuesta la gestión
de Unicaja, la entidad que nos devora, y la de las nuestras, llámese
Caja Duero o Caja España. Aunque es verdad que dentro de un descontrol
parecido, cada cual tuvo sus sumideros de capricho. La razón por la que
Unicaja, que agrupó a seis entidades andaluzas, no incurrió en las
demasías que trastornaron a las de aquí, es muy sencilla: la
profesionalidad de su gestión. Mientras desde Salamanca y León
fagocitaban un legado de solvencia centenario, acumulado por los
ahorradores de León, Zamora, Salamanca, Valladolid, Palencia y Soria,
Unicaja supo mantener su crédito lejos de los espejismos para
engañabobos. Su presidente, Braulio Medel, ha demostrado capacidad y
entereza, primero para alejar a su entidad de la ciénaga inmobiliaria y
luego para templar la espera y acceder a la absorción sólo cuando todas
las gateras estuvieron ya a resguardo y bien cubiertas. En ese sentido,
su proceder ha sido impecable y supone un aval para aquellos de nuestros
ahorradores que han mantenido el tipo sin decir adiós en la travesía
del desconcierto. Resultaría curioso conocer cuántos de los consejeros
partícipes en el proceso de ruina mantienen el vínculo con la entidad,
una vez que se cerró la taquilla de las percepciones. Porque unos y
otros no tienen ni parecido pelaje.
En este período de descuido e
incuria, que se ha prolongado tres largos y desesperantes años, Caja
España y Duero utilizaron el disfraz bancario de Ceiss para camuflarse
en la zona más cara de Madrid, lejos de la ira de sus víctimas
preferentes y sin preocuparse ni un poco de cómo sobrevivía su negocio
en el territorio de origen. Si al cabo de más de tres años de abandono,
todavía queda algo, eso se debe a la fidelidad de una clientela
maltratada y a la calidad de sus empleados, que han sabido mantener el
tipo sin apoyos. Y sin embargo, los mordiscos más sangrientos del
periodo han ido dirigidos a clientes y empleados. Cerrando sucursales y
despidiendo gente, mientras se mantiene abierto el lujoso casulario de
la sede de Madrid, entre Serrano y la Castellana. Pero la poda no queda
ahí. Habrá más clausuras de oficinas rurales y seguirán los despidos,
que ya suman más de dos mil. Permanece sangrante el desgarro provocado
por el engaño de las preferentes. Sus artífices deberían tener la
cautela de ir mirando la deriva judicial del asunto en la entidad
colindante de Madrid. Y prepararse para cuando les llegue el turno.
FUENTE: www.diariodeleon.es
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