El fin de una penosa agonía
PEDRO VICENTE 25/03/2014
Todo
culebrón tiene su final y el protagonizado por el banco Ceiss y Unicaja
ha alcanzado el desenlace previsto, que no era otro que la absorción
del primero por la segunda. Con ello se certifica el estrepitoso fracaso
del pretendido músculo financiero de Castilla y León, un intento
completamente fallido que ha concluido con la fagocitación de las seis
antiguas cajas de ahorro de la comunidad por bancos con centros de
decisión ubicados en otros territorios.
El balance resulta desolador. Si la situación de Caja España y Caja Duero era crítica antes de su fusión, el Ceiss ha vivido en agonía desde su mismo alumbramiento. De hecho, ha permanecido desde entonces en la UVI con respiración asistida bajo estricto control del FROB, que ha tenido que ir suministrándole sucesivas inyecciones financieras —al final serán más de 1.500 millones de euros— para evitar su quiebra. Sin contar los 3.173 millones en los que se han valorado los activos tóxicos inmobiliarios endosados al llamado «banco malo».
El hecho de que su volumen de depósitos se sitúe ahora en 25.000 millones de euros, aproximadamente los mismos activos que tuvo Caja España en solitario, da idea del desplome financiero del Ceiss. Junto al 40 por ciento de los activos que sumaban ambas cajas, se han evaporado más de 2.000 puestos de trabajo y casi 500 sucursales, un drástico «redimensionamiento» al que todavía está por añadir otra reducción de plantilla del 5 por ciento. Súmese a ello el lacerante problema de los más de 30.000 suscriptores de participaciones preferentes y deuda subordinada, todos los cuales (tanto los que han acudido al canje de Unicaja como los que no) saldrán del trance notoriamente perjudicados.
Todo lo anterior para acabar convertido en un banco filial de Unicaja, la entidad financiera andaluza que, tras imponer sus condiciones al FROB, ha acabado haciéndose cargo de los restos del naufragio. La liquidación en almoneda de las cajas de ahorro de Castilla y León no ha sido producto de ninguna catástrofe natural. Cierto que la crisis y la reestructuración del sistema financiero abocaba a las cajas a reconvertirse en bancos y hacía muy difícil su viabilidad en solitario. Pero las que llegaron a este trance bien saneadas no solo han sobrevivido, sino que han salido reforzadas a costa del resto. Sin ir más lejos, Unicaja.
La combinación de unos directivos negligentes y sin escrúpulos y de unos consejos de administración utilizados por los partidos políticos para repartirse sobresueldos, créditos y otras prebendas ha resultado un cóctel letal para las extintas cajas. Unos y otros, junto a las instituciones que incumplieron sus obligaciones de control (Banco de España) o de tutela (Junta de Castilla y León), han sido copartícipes de un desaguisado del que nadie se ha dignado en hacerse responsable.
El balance resulta desolador. Si la situación de Caja España y Caja Duero era crítica antes de su fusión, el Ceiss ha vivido en agonía desde su mismo alumbramiento. De hecho, ha permanecido desde entonces en la UVI con respiración asistida bajo estricto control del FROB, que ha tenido que ir suministrándole sucesivas inyecciones financieras —al final serán más de 1.500 millones de euros— para evitar su quiebra. Sin contar los 3.173 millones en los que se han valorado los activos tóxicos inmobiliarios endosados al llamado «banco malo».
El hecho de que su volumen de depósitos se sitúe ahora en 25.000 millones de euros, aproximadamente los mismos activos que tuvo Caja España en solitario, da idea del desplome financiero del Ceiss. Junto al 40 por ciento de los activos que sumaban ambas cajas, se han evaporado más de 2.000 puestos de trabajo y casi 500 sucursales, un drástico «redimensionamiento» al que todavía está por añadir otra reducción de plantilla del 5 por ciento. Súmese a ello el lacerante problema de los más de 30.000 suscriptores de participaciones preferentes y deuda subordinada, todos los cuales (tanto los que han acudido al canje de Unicaja como los que no) saldrán del trance notoriamente perjudicados.
Todo lo anterior para acabar convertido en un banco filial de Unicaja, la entidad financiera andaluza que, tras imponer sus condiciones al FROB, ha acabado haciéndose cargo de los restos del naufragio. La liquidación en almoneda de las cajas de ahorro de Castilla y León no ha sido producto de ninguna catástrofe natural. Cierto que la crisis y la reestructuración del sistema financiero abocaba a las cajas a reconvertirse en bancos y hacía muy difícil su viabilidad en solitario. Pero las que llegaron a este trance bien saneadas no solo han sobrevivido, sino que han salido reforzadas a costa del resto. Sin ir más lejos, Unicaja.
La combinación de unos directivos negligentes y sin escrúpulos y de unos consejos de administración utilizados por los partidos políticos para repartirse sobresueldos, créditos y otras prebendas ha resultado un cóctel letal para las extintas cajas. Unos y otros, junto a las instituciones que incumplieron sus obligaciones de control (Banco de España) o de tutela (Junta de Castilla y León), han sido copartícipes de un desaguisado del que nadie se ha dignado en hacerse responsable.
FUENTE: www.diariodeleon.es
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